jueves, 1 de noviembre de 2012

Día de muertos


“El mejor regalo que tenemos este momento es la vida”, dijo mi abuela materna Ninfa Valero mientras prendía una veladora a mi abuelo Pablo Durón ya fallecido, camino a la cocina y prendió la cafetera para que toda la familia cenáramos pan de muerto la noche del primero de Noviembre.

En la mesa se percibía un ambiente melancólico, se podía notar por el silencio, a mi me dio la impresión de que se quedaron pensando en mi abuelo, al menos yo sí.

La pregunta en ese silencioso momento era, ¿a dónde iríamos a visitar a mi abuelo si habíamos esparcido sus cenizas por casi todo Coahuila y Zacatecas?, era una pregunta a la que no nos habíamos enfrentado hasta esa ocasión, debido a que casi se cumplía el  primer aniversario de mi abuelo.

Terminamos de cenar, nos despedimos de mi abuela y por supuesto le di mí mas cariñoso abrazo que nunca debe de faltarle a una abuelita, salimos de casa y rápidamente apago la luz de la cocina y se fue a su cuarto a descansar supongo. Eran apenas las 8 de la noche, pero con este cambio de horario parecía más tarde.

Al llegar a casa pusimos en la cocina la foto de mi abuelo Pablo y mi abuelo Julio Luna en una mesa, le prendimos sus veladoras, pusimos un vaso con agua y un pedacito de pan de muerto para los dos, ¡a! sin olvidar una cerveza media para cada uno de ellos,  “¡Ahí esta pá! Póngase a platicar un rato con mi suegro” les decía mi papa a las fotografías con una sonrisa picara y una mirada divertida.

Cuando todos subieron a dormir yo me quede platicando también con mis abuelos, como si fueran a escucharme les contaba de mi escuela y el trabajo, casi queriendo que ellos hablaran con Dios y le hablaran bien de mi para que me fuera bien.

Al día siguiente me levante muy temprano ya que mi papa me había pedido que le ayudara con un trabajo en la imprenta, así que me levante a las 7:30 de la mañana, me aliste y baje a la cocina a preparar unos ricos lonches de huevito para llevar al trabajo y ahí almorzar.

Al llegar era las 8:40, preparamos café y terminado de almorzar nos pusimos a trabajar, tenía que ayudarle a encuadernar dos libros, una biblia y una tesis de algún militar, o algo así me dijeron, en realidad no le preste atención, ya que tenía un ojo al gato y otro al garabato, ósea estaba en la compu y trabajando.

Termine lo mío y mi papa se encargo de lo demás, llego el militar que esperaba su libro pero prefirió esperar a que termináramos a irse y volver media hora más tarde para recoger el trabajo listo, mi papa se puso a platicar con él mientras preparaba una mezcla de tinta para ponérsela al libro, estaban hablando sobre los carteles, los territorios y de cómo se tiraban balazos de un cerro a otro allá por la casa del cerro.

Yo por mi parte estaba viendo una serie por internet “Las Aparicio”, no puse mucha atención a la plática que mi padre mantenía con aquel cliente militar, ya que como siempre, era normal que mi papa sacara el mismo tema siempre, o aunque él no lo sacara, los clientes lo ponían el tema a discusión.

Ese día nos retiramos de la imprenta a las 12:30 pm, más temprano de lo normal, ya que era día de asueto. Mientras íbamos camino a casa, mi papa no dejaba de bostezar, así que llegando a la casa enseguida se tiro a dormir a su cama, yo también y de ahí le siguieron mi mama y mi hermana.

Nos despertamos a eso de las 3 de la tarde con hambre por supuesto, y nos fuimos con mi abuela a comer.

Llegando a la casa de mi abuela nos percatamos de que estaba toda la familia completa, eso incluía mi tía favorita Martha, mi tía de voz chillona Dora con su esposo y mi tía de muchos hijos Juanis con su esposo también. Llegamos saludando a todos, como es costumbre el último que llega tiene que saludar a todos y de beso,  estábamos ahí mirándonos a los ojos para ver quien tenía la iniciativa de subir por algunos tamales y poder comer.

Nadie tuvo esa iniciativa y algo enojada mí abuela se levanto diciendo “Buenos para nada”, y a gritos todos dijeron “No, no, no, no, ya va Pablo por ellos”. Mi hermano de mala gana fue a bajar tamales para todos.

Mientras comíamos todos platicábamos cada uno con su tema, algunos platicaban de la XV de mi prima, otros de las futuras bodas, de quien soñó a mi abuelo Pablo y quien no, algunos solo hablaban por hablar metiéndose a todos los temas de otros. Me parece muy divertido en realidad cuando sucede eso.

Terminamos de comer y varios familiares se retiraron a sus respectivas casas, mi familia y yo nos acostamos en una cama viendo la tele y nos quedamos dormidos. “Nada mas tocan la cama y les da sueño” escuche a mi abuela mientras se acostaba en un sillón viendo Paty Chapoy.

Nos despertamos 40 minutos más tarde y decidimos ir a visitar a mi Abuelo paterno al panteón.

Durante el trayecto a jardines el tiempo, íbamos mis hermanos, mi cuñada y yo jugando con el nuevo cachorro que tenemos, cantando y payaseando. Mi hermana me menciono muchas veces que si me sentía bien, ya que para ella era extraño que yo estuviera conviviendo de tan buen humor con ellos.

Faltando unos dos kilómetros para llegar al panteón, ya se hacía notar la gran conglomeración de gente que iba a visitar a sus familiares, rápidamente pudimos distinguir a muchas personas, “Ahí va el suegro de Dora”, “a mira la maestra de Kínder”, “mira la vecina”, entre otras muchas personas, en otras circunstancias parecería que fuéramos a un carnaval de esos en donde te topas a todos los vecinos y amigos.

Encontramos estacionamiento 1 kilometro alejados del panteón, bajamos y también bajamos a la cachorra que nos seguía muy contenta orinando a cada instante.

Al entrar a la calle que da para el panteón se sentía la gran fiesta mexicana que como siempre nos distingue, esos antojitos, los olores, los colores y hasta los sonidos, coincidían al de fiesta.

Entramos, sinceramente nunca había visitado el panteón en esas fechas, mi papa prefería ir dos días antes o después para evitar precisamente todo esto que les estoy describiendo.

Nuestra cachorra paso infraganti así que los guardias no se percataron de ella, ya que la traíamos cargada como si fuera un bebe con todo y su cobijita. Pero nos relajamos mas al ver que un perro grande y negro, estaba acostado en una tumba, me recordó a una canción que ahorita no recuerdo en nombre pero describe algo así que el perro le llora a su dueño muerto.
Mientras caminábamos para encontrar a mi abuelo, pude observar como familias enteras estaban reunidas alrededor de algunas tumbas, unas con aire melancólico, otras platicando, y otras pocas jugando o simplemente sentados y comiendo como si fuera un simple día de campo en compañía de quien ahora ya no los acompañan.

Era muy bonito ver todo aquello, también había personas que iban con sus parejas, y otras solitarias. Estaba variado.
Por fin encontramos a mi abuelo, quien ya tenía ahí 2 grandes y bonitos arreglos de flores, seguro habían sido mis tíos y abuela, y nosotros no le habíamos llevado nada, solo fuimos a visitarlo ya que había pasado bastante tiempo que no nos parábamos ahí.

Todos estábamos serios, como si estuviéramos platicando con mi abuelo en la mente, por mi parte si lo hacía, le contaba de las cosas nuevas que había en mi vida y mi familia, y le encargue a mi abuelo materno y a mi cachorra Pucca que habían fallecido, que no los dejara andar solitos por allá, y que los presentara con los mayores.

Mientras estaba en mi platica intensa con mi abuelo, vi como llegaban los vecinos de mi abuelo, de tumba por supuesto, no sé porque siempre creí que ya se habían olvidado de esas personas que enterraron ahí, siempre vi muy descuidadas las tumbas de los vecinos de mi abuelo, rotas, y llenas de maleza, pero al parecer eran personas muy simpáticas, eran dos señoras adultas, pero no se quedaron mucho.

Desde que llegamos nos percatamos que a lo lejos había un funeral, me pareció muy triste, ya que pienso que a más de una persona nos recordó como había sido haber enterrado al ser querido en aquel lugar.

Duramos una media hora en aquel lugar y nos retiramos, no sin antes despedirnos.

Durante el trayecto a la salida, me seguía impresionando la cantidad de gente que había en aquel lugar. Me llamo la atención una familia donde estaba una señora y 4 niñas, una de ellas llorando desconsoladamente en el hombro de quien yo supongo era su madre, tenía unos doce años, mi familia y yo nos miramos y seguimos caminando más rápido, como si todo aquel ambiente nos fuese a poner también sensibles.

Salimos por fin y lo primero que hicimos fue comprar elotes y nos lo fuimos comiendo en el trayecto a la casa.

Definitivamente me gusta mi regalo de la vida, la conozco, la vivo, aprendo, pero siempre me queda la duda de la muerte ¿será como cerrar los ojos y soñar? Espero que sea algo así, bueno cada uno de nosotros debe de aferrarse a una idea para que no le de miedo este aspecto natural que viene con el regalo de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario