“El mejor regalo que
tenemos este momento es la vida”, dijo mi abuela materna Ninfa Valero mientras
prendía una veladora a mi abuelo Pablo Durón ya fallecido, camino a la cocina y
prendió la cafetera para que toda la familia cenáramos pan de muerto la noche
del primero de Noviembre.
En la mesa se percibía un ambiente melancólico, se podía
notar por el silencio, a mi me dio la impresión de que se quedaron pensando en
mi abuelo, al menos yo sí.
La pregunta en ese silencioso momento era, ¿a dónde
iríamos a visitar a mi abuelo si habíamos esparcido sus cenizas por casi todo
Coahuila y Zacatecas?, era una pregunta a la que no nos habíamos enfrentado
hasta esa ocasión, debido a que casi se cumplía el primer aniversario de mi abuelo.
Terminamos de cenar, nos despedimos de mi abuela y por
supuesto le di mí mas cariñoso abrazo que nunca debe de faltarle a una
abuelita, salimos de casa y rápidamente apago la luz de la cocina y se fue a su
cuarto a descansar supongo. Eran apenas las 8 de la noche, pero con este cambio
de horario parecía más tarde.
Al llegar a casa pusimos en la cocina la foto de mi abuelo
Pablo y mi abuelo Julio Luna en una mesa, le prendimos sus veladoras, pusimos
un vaso con agua y un pedacito de pan de muerto para los dos, ¡a! sin olvidar
una cerveza media para cada uno de ellos,
“¡Ahí esta pá! Póngase a platicar un rato con mi suegro” les decía mi
papa a las fotografías con una sonrisa picara y una mirada divertida.
Cuando todos subieron a dormir yo me quede platicando también
con mis abuelos, como si fueran a escucharme les contaba de mi escuela y el
trabajo, casi queriendo que ellos hablaran con Dios y le hablaran bien de mi
para que me fuera bien.
Al día siguiente me levante muy temprano ya que mi papa me
había pedido que le ayudara con un trabajo en la imprenta, así que me levante a
las 7:30 de la mañana, me aliste y baje a la cocina a preparar unos ricos
lonches de huevito para llevar al trabajo y ahí almorzar.
Al llegar era las 8:40, preparamos café y terminado de
almorzar nos pusimos a trabajar, tenía que ayudarle a encuadernar dos libros,
una biblia y una tesis de algún militar, o algo así me dijeron, en realidad no
le preste atención, ya que tenía un ojo al gato y otro al garabato, ósea estaba
en la compu y trabajando.
Termine lo mío y mi papa se encargo de lo demás, llego el
militar que esperaba su libro pero prefirió esperar a que termináramos a irse y
volver media hora más tarde para recoger el trabajo listo, mi papa se puso a
platicar con él mientras preparaba una mezcla de tinta para ponérsela al libro,
estaban hablando sobre los carteles, los territorios y de cómo se tiraban
balazos de un cerro a otro allá por la casa del cerro.
Yo por mi parte estaba viendo una serie por internet “Las
Aparicio”, no puse mucha atención a la plática que mi padre mantenía con aquel
cliente militar, ya que como siempre, era normal que mi papa sacara el mismo
tema siempre, o aunque él no lo sacara, los clientes lo ponían el tema a
discusión.
Ese día nos retiramos de la imprenta a las 12:30 pm, más
temprano de lo normal, ya que era día de asueto. Mientras íbamos camino a casa,
mi papa no dejaba de bostezar, así que llegando a la casa enseguida se tiro a
dormir a su cama, yo también y de ahí le siguieron mi mama y mi hermana.
Nos despertamos a eso de las 3 de la tarde con hambre por
supuesto, y nos fuimos con mi abuela a comer.
Llegando a la casa de mi abuela nos percatamos de que estaba
toda la familia completa, eso incluía mi tía favorita Martha, mi tía de voz
chillona Dora con su esposo y mi tía de muchos hijos Juanis con su esposo
también. Llegamos saludando a todos, como es costumbre el último que llega
tiene que saludar a todos y de beso, estábamos ahí mirándonos a los ojos para ver
quien tenía la iniciativa de subir por algunos tamales y poder comer.
Nadie tuvo esa iniciativa y algo enojada mí abuela se levanto
diciendo “Buenos para nada”, y a gritos todos dijeron “No, no, no, no, ya va
Pablo por ellos”. Mi hermano de mala gana fue a bajar tamales para todos.
Mientras comíamos todos platicábamos cada uno con su tema,
algunos platicaban de la XV de mi prima, otros de las futuras bodas, de quien
soñó a mi abuelo Pablo y quien no, algunos solo hablaban por hablar metiéndose
a todos los temas de otros. Me parece muy divertido en realidad cuando sucede
eso.
Terminamos de comer y varios familiares se retiraron a sus
respectivas casas, mi familia y yo nos acostamos en una cama viendo la tele y
nos quedamos dormidos. “Nada mas tocan la cama y les da sueño” escuche a mi abuela
mientras se acostaba en un sillón viendo Paty Chapoy.
Nos despertamos 40 minutos más tarde y decidimos ir a visitar
a mi Abuelo paterno al panteón.
Durante el trayecto a jardines el tiempo, íbamos mis
hermanos, mi cuñada y yo jugando con el nuevo cachorro que tenemos, cantando y
payaseando. Mi hermana me menciono muchas veces que si me sentía bien, ya que
para ella era extraño que yo estuviera conviviendo de tan buen humor con ellos.
Faltando unos dos kilómetros para llegar al panteón, ya se
hacía notar la gran conglomeración de gente que iba a visitar a sus familiares,
rápidamente pudimos distinguir a muchas personas, “Ahí va el suegro de Dora”,
“a mira la maestra de Kínder”, “mira la vecina”, entre otras muchas personas,
en otras circunstancias parecería que fuéramos a un carnaval de esos en donde
te topas a todos los vecinos y amigos.
Encontramos estacionamiento 1 kilometro alejados del panteón,
bajamos y también bajamos a la cachorra que nos seguía muy contenta orinando a
cada instante.
Al entrar a la calle que da para el panteón se sentía la gran
fiesta mexicana que como siempre nos distingue, esos antojitos, los olores, los
colores y hasta los sonidos, coincidían al de fiesta.
Entramos, sinceramente nunca había visitado el panteón en
esas fechas, mi papa prefería ir dos días antes o después para evitar
precisamente todo esto que les estoy describiendo.
Nuestra cachorra paso infraganti así que los guardias no se
percataron de ella, ya que la traíamos cargada como si fuera un bebe con todo y
su cobijita. Pero nos relajamos mas al ver que un perro grande y negro, estaba
acostado en una tumba, me recordó a una canción que ahorita no recuerdo en
nombre pero describe algo así que el perro le llora a su dueño muerto.
Mientras caminábamos para encontrar a mi abuelo, pude
observar como familias enteras estaban reunidas alrededor de algunas tumbas,
unas con aire melancólico, otras platicando, y otras pocas jugando o
simplemente sentados y comiendo como si fuera un simple día de campo en
compañía de quien ahora ya no los acompañan.
Era muy bonito ver todo aquello, también había personas que
iban con sus parejas, y otras solitarias. Estaba variado.
Por fin encontramos a mi abuelo, quien ya tenía ahí 2 grandes
y bonitos arreglos de flores, seguro habían sido mis tíos y abuela, y nosotros
no le habíamos llevado nada, solo fuimos a visitarlo ya que había pasado
bastante tiempo que no nos parábamos ahí.
Todos estábamos serios, como si estuviéramos platicando con
mi abuelo en la mente, por mi parte si lo hacía, le contaba de las cosas nuevas
que había en mi vida y mi familia, y le encargue a mi abuelo materno y a mi
cachorra Pucca que habían fallecido, que no los dejara andar solitos por allá,
y que los presentara con los mayores.
Mientras estaba en mi platica intensa con mi abuelo, vi como
llegaban los vecinos de mi abuelo, de tumba por supuesto, no sé porque siempre
creí que ya se habían olvidado de esas personas que enterraron ahí, siempre vi
muy descuidadas las tumbas de los vecinos de mi abuelo, rotas, y llenas de
maleza, pero al parecer eran personas muy simpáticas, eran dos señoras adultas,
pero no se quedaron mucho.
Desde que llegamos nos percatamos que a lo lejos había un
funeral, me pareció muy triste, ya que pienso que a más de una persona nos
recordó como había sido haber enterrado al ser querido en aquel lugar.
Duramos una media hora en aquel lugar y nos retiramos, no sin
antes despedirnos.
Durante el trayecto a la salida, me seguía impresionando la
cantidad de gente que había en aquel lugar. Me llamo la atención una familia
donde estaba una señora y 4 niñas, una de ellas llorando desconsoladamente en
el hombro de quien yo supongo era su madre, tenía unos doce años, mi familia y
yo nos miramos y seguimos caminando más rápido, como si todo aquel ambiente nos
fuese a poner también sensibles.
Salimos por fin y lo primero que hicimos fue comprar elotes y
nos lo fuimos comiendo en el trayecto a la casa.
Definitivamente me gusta mi regalo de la vida, la conozco, la
vivo, aprendo, pero siempre me queda la duda de la muerte ¿será como cerrar los
ojos y soñar? Espero que sea algo así, bueno cada uno de nosotros debe de
aferrarse a una idea para que no le de miedo este aspecto natural que viene con
el regalo de la vida.